Kippel
por Francisco Campillo
Los actuales libros de poesía constituyen una singular forma de la basura, libros de intrascendentes poetas, la mayoría de ellos miserablemente conocidos. La frase me suena bastante dura, al punto que de pronto me empieza a entrar por un ojo cierto arrepentimiento cristiano, y pienso entones que la palabra “basura” debería reemplazarse por otra que fuera más poética (a este tipo de cambios se le denomina, entre la jerga de los poetas, “trabajar el poema”, en un ejercicio que evidentemente se relaciona con abusos masturbatorios, aunque muy pocos críticos y poetas estén dispuestos a confesar en público el estrecho vínculo que siempre ha existido entre poesía y masturbación)Pero mi cabeza errante y necia insiste, no sé por qué, en seguir pensando esa frase: “Los actuales libros de poesía constituyen una singular forma de la basura”, y finalmente, luego de mirar por largo rato mis uñas sucias y de rascarme con ellas un lugar innoble, tomó la decisión de no cambiar nada, incluso, envalentonado por el hecho de haber sido capaz de escribirla, agregó, además, que esos libros están a la misma altura ontológica de las bolsas rotas, de la ropa interior llena de manchas vergonzosas, de los gases malolientes que sueltan los estómagos, de las flores de plástico llenas de vejez y polvo, de los ponencias estúpidas a las que asistimos por mero tedio, de las grandes esperanzas que se nos pudrieron por dentro, de la roña gris que en ciertos días nos invade el alma, de los amarillos recortes de periódico que uno fue guardando en cualquier parte, de la cara ahora envejecida y fea de la novia que amamos tanto, etc.Todos esos libros de poesía se transforman en kippel, palabra que el gran Philip K. Dick inventa en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (que a propósito recomiendo) Dice el autor: “Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce”. Se trata entonces de un singular fenómeno de metástasis, un complot de las cosas con miras a sobresaturar el mundo y acercarlo a un estado de pesadez y entropía definitiva.Entre esos objetos y cosas están los libros de poesía y la novelas sin porvenir y escritos como estos, y demás cosas que no enumero; esos libros embarazan tristemente la vida, aumentan la impresión de miseria que me deja nuestro tiempo. Libros que sólo por piedad conservo y que en vastos domingos de tedio suelo leer jugando a que soy un crítico literario algo adulador y positivo, un especie de Borges de cuarta o quinta categoría que deliberada pero inocentemente junta en un sola imagen, la basura y el milagro.
franja306@hotmail.com
PALABRA ESCRITA: El monstruo de la historia
Hace 3 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario