viernes, 17 de abril de 2009

Voces intermitentes, Poesía joven

RESEÑAS LITERARIAS: VOCES INTERMITENTES



Por: FELIPE GARCÍA QUINTERO


Por el título dado a este breve volumen de versos —34 páginas en total—, podemos comprender el gesto inicial que caracteriza a un escritor en formación: de la mano y la voz de sus amigos, abrirse paso juntos en un camino poblado de desconocidos, para así ser tenido en cuenta sin correr los riesgos de pasar solos al frente y, ante la mirada de no se sabe quién, dar la primera lección de aquello apenas aprendido. Hacer minga en poesía; es decir, publicar un primer libro de manera colectiva, es usual y hace honor, repetimos, a la amistad como también aminora en algo el temor de salir del anonimato y caer directamente en el desprestigio o el descrédito, al sabio decir de José María Serrano. Sin embargo, la responsabilidad personal no es posible de omitir y lo poco dicho hoy da mucho por decir.Y todo esto sucede cuando se trata de un género como la poesía, donde tantos incurren con brío, fascinados por la libertad del canto, y son pocos quienes continúan ese camino misterioso de revelaciones, que acaso no se comprenden, para al cabo sólo poder recordar algún superviviente que no claudicó de su propósito lejano de ser poeta. De entre esta amplia generación viva recordamos activo a Carlos Fajardo.Pero estas líneas no están para juzgar intentos sino para acaso valorar acciones valientes como el esfuerzo creativo de ese grupo de muchachos universitarios (López, Fajardo, Cárdenas y Mendoza), que a fines de los setenta irrumpen en la ciudad letrada con su palabra poética, y quienes por esos mismas noches tomaban lugar, junto a otros compañeros de generación, en la peripecia editorial y activista del grupo literario y cultural “La Rueda”. Nos preguntamos ahora cómo era la Popayán de entonces y una primera respuesta emana de la lectura de “Voces intermitentes”. Ciudad de muchas voces que creíamos seguir bajo el monocorde acento modernista. Y esa nueva polifonía verbal, sin la cosmética retórica frecuente, reclama anotar también que responde a la diversidad territorial ocupada por el arribo a la ciudad de gentes de muchas partes del país, todos en calidad de estudiantes universitarios, igual que ahora, aportando sus ideas y pensamiento. Y como al gesto primero de la solidaridad generacional lo respalda, a su vez, el pulso firme de un escritor reconocido como es el caso del talentoso cuentista que fuera en vida Fernando Solarte Lindo, éste menciona de los jóvenes poetas, escrito en su nota de presentación al libro, “la ilusión cálida y el afán que los sacude”, por el hecho mismo de escribir versos y compartir las páginas de un libro, hoy fundacional de la nueva poesía en la ciudad. En la época en que la vida y la literatura no son cosas distintas, las fronteras entre arte y existencia, entre reflexión y sentimiento, son abolidas; por ello, la denominación de “poemas juveniles” que les otorga Fernando Solarte Lindo, tiene todo el poder inaugural de las emociones que ahora son memoria, huella de un camino; tal y como podemos recibir en estos días una poesía hecha de la fecunda inexperiencia

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